martes, 30 de septiembre de 2008

Dime.


02 de Agosto de 2008


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Dime si fue nuestra la noche,
si en la claridad lustrosa de la luna
se tejieron en algún momento nuestros nombres,
si en los charcos de la ciudad lluviosa, y a oscuras
se vieron reflejados nuestros ojos diminutos
mientras se acercaba aún más mi mano hacia la tuya.

Dime si caían gotas a mansalva
si hubo tiempo de enterrar a varios palmos
la amargura colosal que nos sobraba
o estuvimos algún día en el resguardo improvisado,
por ver el cielo torrencial, irreverente y generoso,
siempre a la espera de los cuerpos empapados.
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Dime si fue fugaz como un relámpago,
si el fragor de dos gotas estrellándose en el suelo
desviaron de repente mi mirada,
o si fue en algún descuido,
cuando los remolinos de hojas secas y de viento
se ganaron mis ojos abstraídos,
en que fue nuestra la noche.
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sábado, 20 de septiembre de 2008

Aquella tarde.

Para una lejana tarde del 2006.

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Aquella tarde,
esa tarde en que moría de olvido
a contrarreloj y sin consuelo,
entre horas que se hacían infinitas
o que a veces corrían a destiempo.

Es esa misma tarde
en que cada día muero,
en el crepúsculo menguando
junto al sol y el naranja del cielo,
en el pasillo, bajo el almendro.

Con su fatal sentencia amortiguada
por tu voz pausada y grave,
fue la tarde del murmullo citadino
que sonaba a réquiem ahogado,
a llanto agazapado y mal herido.

Lejana y luctuosa tarde
en la que muchas cosas murieron:
el bosque de mis ojos, el misterio
mi cara iluminada por la tuya,
y la alegría del último recuerdo.

Con el semblante amortajado
y la palidez súbita del tiempo,
desde tus labios, mi epitafio
bajo tus manos, mi cruz,
mi tumba y dentro, mis sueños.

Tarde que fue noche,
que fue día y plena madrugada,
la daga que tiñó todo de carmín.
Y junto a ella, desvaneciéndome
en el silencio eterno, morí.

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lunes, 8 de septiembre de 2008

Calamidad.

Para las y los inmigrantes sin documentos de este mundo.
Especialmente para las hatianas y los haitianos
sin documentos residentes en RD.
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Retumba en el mundo y sus entrañas
el estruendo de miles de pasos
de pies estrictamente negros y descalzos
que van dejando atrás la huella sórdida
en un suelo abrupto y lacerado.
También van dejando atrás su historia,
su familia y hasta sus antepasados.
Así comienza el viaje aventurero
y no precisamente hacia la luna,
el éxodo nefasto,
la peregrinación absurda,
la vida vuelta aún más agria y cruda.

Cruzando la línea que divide
lo ilegal de lo humano,
lo justificable de lo indigno
lo racional de lo insensato
llegan los rostros lívidos y cansados
que fueron expulsados de sus tierras.
Expulsados por el hambre,
por la guerra y la pobreza
y por las multinacionales.

Caminan escondiendo hasta sus sombras
de centinelas que matan como fuego,
huyendo de fusiles y de perros
ya sean de minute men o soldados estatales
que hacen eco a las voces del miedo,
movidos por el odio y por los gruesos capitales.

Para ustedes no existe justicia,
ni puertas generosas que se abran.
Para ustedes sólo existen muros,
enormes montañas de granadas;
ahora son extraños e intrusos
almas que buscan trabajo,
que escarban en la tierra su futuro.
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¡Libertad de comercio!
es el tema de la actual economía
la apertura de fronteras es el nuevo cuento
libertad de capital y mercancías.
La burocracia y las fronteras son inventos
infinitas torres de Babel y de papeles,
pero éstas solo son para la gente.
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martes, 2 de septiembre de 2008

Pasajera.

"La Isla Desconocida se hizo por fin a la mar, a la búsqueda de sí misma."
José Saramago

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Soy una isla desierta,
no soy nubes en el cielo
o cipreses cuyas ramas se deshojan,
en mi suelo yacen dunas,
tierra árida y reseca
lastimada por las dudas
que se mezclan con la arena.
Las acacias no florecen en mi vientre
y si crecen, veloces se marchitan.
En mis cauces sólo hay piedras
adornando sus trayectos de serpiente,
el vestigio de raíces desoladas
y la nostalgia de sus tumbas.
Algunas veces llueven plagas
de moscas y tinieblas,
de soledad y hastío,
que se adosan como hiedra
y me inundan el vacío.
En mis valles devastados
el tiempo pasa torpe y raudo
en un tumulto de horas sin sentido.
Ya no existen las vendimias,
ni el rumor que trae el viento
con su olor a madreselva,
ni el color del mirlo hembra
o su canto aligerado,
ni el aroma matinal a lluvia fresca.
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