martes, 16 de marzo de 2010

Vástago.

Irreconocible corre párvulo
sobre el círculo andado y desandado
de infinitas formas diferentes
y ansioso por salir de sus mazmorras
atraviesa cada una de sus breves distancias,
de una puerta a otra,
desde la agitante ingravidez del subsuelo
hasta el centro mismo de la tierra.

Se azota contra el piso,
golpea una y otra vez su pequeña cabeza
contra sus raíces inmóviles,
hartas del hastío,
cansadas del cansancio.

Quiere agitar sus brazos vacilantes
contra toda forma de poder,
contra la espesa tarde del invierno,
ver la luz del cielo abierto
chocando contra su propia luz,
conjugar sus tímidos graznidos
con una llamarada de ruidos frescos
y el ímpetu religioso de un trueno,
haciéndolos estallar de un sólo empalme,
y hacer de este suceso, su libertad.