viernes, 19 de noviembre de 2010

Una lágrima que cae a la deriva.

Una lágrima que cae a la deriva
no es igual
a la que atrapas con tu lengua
y luego saboreas.
No es la misma la que se suicida
en el borde de la piel
que recubre tu mandíbula
de la que vuelve hacia tu cuerpo
a través de tus poros,
o la que se da por vencida
evaporándose,
antes de llegar a su destino.
Son distintas las que se desarman
en pequeñas gotas cuando chocan
contra el suelo,
en el momento en que inclinas
hacia abajo tu cabeza,
que las que se acumulan

en un charco, esparciéndose
y luego mojan tu cabello
apoyado sobre las baldosas.
Las que se agolpan en tus comisuras
y bebes sin cuidado
son las más dulces de todas,
pero las más amargas
son las que no brotan,
las que se tragan tus ojos
y derramas hacia dentro
inundando todos tus espacios.