
Ya se acerca el viento gris del desconsuelo
y la noche espesa que no olvida nunca
guardarme un cielo añil partido en mil destellos
de una oscuridad vertiginosa que me abruma.
La misma que baila incauta sobre mi corazón desnudo
esa misma que, con cautela,
tiñe de índigo el cielo y su esplendor absurdo
con trazos de expresionismo abstracto
inverosímiles, locos, anárquicos
justo tal como si el lienzo fuera yo
y el barniz mis ojos empapados.
Mi vida es algo así como un mareo, un vértigo
un par de imágenes de ruleta,
las estrellas mecánicas de feria,
o las ruedas de una carreta.
Es un caleidoscopio.
Otra vez siento que el amor se me coagula,
aunque la vida nos enseña a lamernos las heridas
te haces inmune, te mueres o te curas.
Es cierto que nadie muere de desesperanza
pero esta ansiedad de a poco me enloquece.
Tal vez sería mejor declararse en amnesia
o convulsionar hasta borrar la memoria.
El asunto es que no sé bajo que excusa
o rostro insensato, ocultar esta tristeza.